Entre los siglos XVI y XIX, con un propósito económico-mercantil, se construyeron infinidad de fortificaciones, de las cuales las fortalezas permanentes abaluartadas son las más relevantes. Tenían la función de garantizar la estabilidad del comercio colonial y proteger a las plazas portuarias del contrabando, el corso y la piratería.
Las fortificaciones han estado estrechamente vinculadas a las rutas marítimas y terrestres. España construyó muchas en el Nuevo Mundo y a partir de la década de los años 80 del siglo XX, por sus valores patrimoniales, una parte de las fortificaciones americanas se convirtió en Patrimonio Mundial.
En España, muchos de estos complejos abaluartados pertenecen al Ministerio de Defensa, con una problemática específica relacionada normalmente con sus grandes dimensiones y su fuerte presencia en el territorio. Las pautas de actuación sobre estos bienes son comunes a los otros programas.
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