A mitad del pasado siglo, Japón nombró Tesoros nacionales vivientes o “portadores de bienes culturales intangibles importantes” a personas que encarnaban, en grado máximo, las destrezas y técnicas necesarias para la manifestación de ciertos aspectos de la vida cultural de un pueblo. Durante la década de 1970 se llevaron a cabo diversas iniciativas para la protección del Patrimonio Intangible, entre ellas las tradiciones orales o las culturas históricamente menospreciadas como las africanas. Sin embargo, en la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972 no aparece el Patrimonio Inmaterial como tal, aunque algunos miembros manifestaron su interés en que se diera importancia a los bienes intangibles. Algunas personas expertas en legislación han considerado que la Convención de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003 se puso en práctica precisamente para intentar tapar ese gran hueco.