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Catedral de Sevilla. Pilar 4C

Catedral de Sevilla. Pilar 4C

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, la catedral de Sevilla es una de las de más bella estructura, en el rigor y austeridad de su gótico y en el limpio lenguaje renacentista que refleja la pujanza de la ciudad en el siglo XVI. Con una larga historia de obras, es también larga la historia de sus restauraciones. De hecho, ha estado en permanente restauración desde hace casi dos siglos y, probablemente, dadas sus magnitudes, ese vaya a ser su estado permanente de cara al futuro. A lo largo de los últimos años, el Instituto del Patrimonio Cultural de España ha realizado en este templo intervenciones de muy diversa índole.

Sin duda, la más ambiciosa de todas ellas, tanto por su complejidad técnica como por la importancia que tiene en la estabilidad arquitectónica del edificio, es la que afecta a la sustitución de los pilares 4C y 5C de la zona del trascoro, que está, además, íntimamente ligada a actuaciones anteriores en la historia del edificio. Con una altura de 16,60 metros, cada pilar estaba constituido por 800 sillares de calcoarenita procedentes de las canteras de El Puerto de Santa María (Cádiz), constituyendo el encofrado de una masa interna de enripiado similar a la de sus cimientos. Las grietas y fisuras que presentaban estos dos pilares en su estructura se debían fundamentalmente a la mala calidad de la piedra empleada en su construcción, ya acreditada por los estudios del siglo XIX, así como a la intervención de recalce dichos pilares llevada a cabo por Joaquín de la Concha Alcalde entre 1911 y 1915, que sustituyó la mayoría de los sillares del basamento y el fuste hasta la tercera hilada. Las obras de sustitución comenzaron de manera efectiva en el verano de 2002, tras tres años de estudios preliminares y puesta a punto del sistema a utilizar. Después de labores de refuerzo de la cimentación, en torno a cada pilar se levantó una compleja estructura de apeo formada por ocho tubos de acero que abrazaban los pilares mediante grandes ruedas de madera que se ajustaban de forma milimétrica al perímetro de los mismos, lo que permitió la sustitución progresiva de los sillares, unos seiscientos en total, que equivalen aproximadamente a la mitad de los que componen cada pilar. Terminados los trabajos de sustitución de sillares, la estructura fue aflojándose progresivamente hasta comprobar el buen funcionamiento de los pilares.